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A streetcar named desire × cine × deseo × Elia Kazan × ensayo × Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez × Marlon Brando × tranvía × Un tranvía llamado deseo
Por Marcos Hidalgo Sánchez
El Personaje es el presente de un destino dinámico, donde el cúmulo de ilusiones, anhelos, decepciones, duelos y relaciones con su entorno, se manifiestan a través de su personalidad. Es el cuerpo de un propósito determinado por las circunstancias socioculturales que envuelven a un sujeto. De tal manera que toda caracterización de un personaje, describe y engloba las razones que hacen que éste exista en torno a una historia. Es decir, al situarnos en el Personaje podremos comprender de manera dramática el devenir de la historia a través de sus decisiones y la justificación de su ubicuidad a través de su pasado y sus interacciones con otros personajes.
Todo personaje nos lleva a un “aquí y ahora”, proyecta un desenlace y se proyecta desde un motivo. Sin embargo, para que esto suceda dentro de una película y que además ayude de forma dramática al desarrollo de la trama, se requiere, de la efectiva construcción de éste. Y a mi juicio, esto sólo se obtiene de la mano de un gran trabajo en los ámbitos de montaje –para lograr tan expresivos primeros planos como los que vemos aquí-; composición fotográfica –para obtener una dialéctica de luz y oscuridad tan presente dentro de estos personajes-; guión –con los personajes tan elaborados y tan memorable narrativa de T. Williams y su acotación visual en esta adaptación cinematográfica-; y por último, la mas notable del tranvía, la actuación –que sin el magistral trabajo de Brando, Vivien Leigh, Kim Hunter y Malden, el proyecto habría sido imposible-.
Elia Kazan logra entonces llevarnos al clímax del magnetismo de Marlon con cada gesto de Stanley en cada encuadre prolongado y close-up que se le hace. Demuestra que su fórmula del Actor’s Studio, ha surtido efecto al crear actores de esta talla. Hace que el Personaje se convierta en el ocaso mismo de la historia a través de un significativo manejo de la oscuridad para generar suspenso (v. gr. la enigmática aparición de Blanche entre la niebla; la bruma de su pasado) y como símbolo de lo que se oculta (v. gr. Blanche disimulando su edad con ayuda de la penumbra de la casa). Mantiene el guión entre lo teatral y lo visual en admirables escenas como la de Stanley gritando por Stella y su subsiguiente reconciliación, cargada de emotividad, pasión, sensualidad y amor. Y solventa esta sensualidad con el plus del erotismo jazzístico de la banda sonora.
Por último, en la película, como elementos forjadores de la personalidad de nuestros personajes, están presentes la inmigración, la pérdida del estado de confort y puritanismo (valores aristocráticos), el machismo, el patriotismo y su sueño americano, el conservadurismo y la posguerra. Se origina así, una especie de arquetipo conductual que delimita sus interacciones y que se exterioriza mediante su sexualidad.
Prevalece, además un discurso antropológico-psicológico del individuo y sus deseos pulsionales en conflicto con la sociedad sancionadora. Una dicotomía entre la conciencia moral (el ‘superego’) -que surge en todo proceso civilizatorio- y los deseos libidinales (‘id’), lo que en el peor de los casos, arrinconará al ‘ego’ a un constante sentido de culpa, que a su vez lo llevará a un estado de delirio como el que se aprecia al final del film. Para reforzar este discurso, tenemos la constante tensión sexual y verbal entre cada uno de los protagonistas. Hay también múltiples referencias en el guión respecto al deseo y analogías que Blanche establece entre los simios y Stanley.
El tranvía llamado deseo, nos traslada hasta una Nueva Orleans inmersa en choques culturales, rodeada de exceso y crueldad. La sociedad esconde esta crueldad castigando no con la muerte, sino con el ostracismo y disimula la responsabilidad de sus integrantes, señalando nuevos culpables. Se esconde detrás de códigos napoleónicos, puritanismo y difamación. Al final, ésta sabe que provocó el suicidio de Allan al discriminarlo, luego culpo a Blanche de esta muerte y la presionó hasta su locura; intentó disimular la responsabilidad de Stanley, presentándolo impasible jugando al póquer pero no lo logra cuando Stella toma consciencia de la desgracia que le ha traído su personalidad cautiva. Quizás castiga a Stanley o quizás permanece siendo cómplice de su autoridad.
Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez
ensayo × ken loach × looking for eric × Sandra de Santiago Félix
Por: Sandra de Santiago Félix
Cuanto más me alejo de todo, más temo a todo, y más me alejo de todo.
Cuanto más me alejo de todo, más temo a todo, y más me alejo de todo.
Antonio Porchia
Resulta interesante ver cómo muchas personas viven sin vivir su presente a causa de un vacío o dolor creado por el pasado y cómo sus vidas no avanzan ni logran encontrar momentos felices porque el miedo parece ser el único motor de su existencia. El cine ha reflejado muy bien esta situación humana y más recientemente, la película británica Looking for Eric, dirigida por Ken Loach. En ésta se narra la historia de Eric Bishop, un hombre con una crisis existencial, lleno de remordimientos y con el anhelo de haber vivido al lado de su primer amor, Lily, a quien abandona con su hija pequeña.
La trama de la película inicia con Eric treinta años después de este suceso, ahora él es responsable de sus dos hijastros adolescentes, hijos de su segunda esposa quien los abandonó. El carácter del personaje Eric es débil, sin esperanza, miedoso, tímido y solitario. Tiene varios amigos pero ni ellos ni su trabajo como cartero le brindan alegría por la vida. La relación con sus hijos es un desastre, no logra poner orden en su hogar y ellos, como adolescentes, no siguen sus reglas ni lo obedecen en nada. Eric es más como un fantasma en su propia casa. Esta situación y el arrepentimiento de haber abandonado a su primera esposa lo tienen sumido en la desesperación. Su carácter le impidió buscarla y explicar la razón del abandono, por lo que esa carga emocional lo persigue durante toda su vida, a pesar de mantener relación con su hija natural de treinta años.
Un aspecto importante se suma a la película: la aparición de Eric Cantona, una alucinación encarnada que tiene del famoso futbolista, de quien Eric Bishop es fiel seguidor a pesar de que el deportista se haya retirado del medio muchos años atrás. Esta figura será el detonante para que Bishop comience a cuestionar su propio proceder ante la vida y sus circunstancias.
Un tema que sobresale en la película es cómo las cosas se pueden lograr mejor en equipo. Al final Eric sólo puede resolver sus problemas con la ayuda de sus amigos y de la figura del futbolista, a pesar de que sólo sea una alucinación, pues funge como elemento de introspección del personaje casi como auto terapia psicoanalista. Las respuestas siempre están en Eric, pero sólo saldrán a la luz y se accionarán con el apoyo de los amigos. Y a pesar de que el tema del futbol no sea el principal, sí es un recurso dramático análogo que refuerza la idea de equipo para poder triunfar.
Además de ese tema, es destacable cómo el director Loach nos va descubriendo los secretos del personaje principal, con el que cualquiera se puede identificar fácilmente. El hecho de no afrontar el pasado puede obedecer a muchas razones y no tener una respuesta para ello, como Eric, que al enfrentarse de nuevo con Lily sólo puede decir que la abandona por miedo. Respuesta fácil y hasta increíble, pero nada más acertado que esto, pues el miedo y la angustia son más comunes de lo que parece. Pero, ¿cuál es el verdadero miedo de Eric? Para responder a esta pregunta sirvan las reflexiones hechas por Martin Heidegger en su Ser y Tiempo.
El filósofo nos dice que la angustia emerge desde el ser mismo, está dada intrínsecamente en el ser humano, es una angustia de la existencia, de lo desconocido para el sujeto; en cambio, el miedo está dado por algo que se conoce. En términos temporales: “La angustia se origina a partir del futuro de la resolución; el miedo, desde el presente perdido, que medrosamente tiene miedo del miedo, y así cae justamente en él.”[1]
Sabemos que Eric Bishop tiene miedo, y a veces podría decirse que angustia. De hecho, tiene los dos, pero en diferentes momentos, y ambos se van modificando conforme se avanza en la trama. De manera sutil y pausada se nos van dando pistas sobre qué es realmente lo que le ocurre a nuestro personaje. Las conversaciones con Cantona van desvelando los miedos y frustraciones de Eric y a veces resulta hasta desesperante. El baúl de los recuerdos también es un elemento importante para ir descubriendo el pasado y el punto originario de toda la historia. Sin embargo, no es sino hasta la última parte de la película, en el encuentro del café con Lily, cuando sabemos por boca de Eric su razón, y aún así no logra explicarla: un flashback nos ayuda a entenderlo de manera más clara. Sencillamente nos encontramos ante el sentimiento de la angustia.
Eric era feliz en la etapa de enamoramiento con Lily hasta que se casa, pero entra en una especie de pánico inexplicable, angustia hacia lo desconocido, el futuro y la nueva etapa de matrimonio que vendría. Su angustia fue más grande que su deseo por ser feliz y lo demás deviene en miedo. Pero ahora, será un miedo a algo conocido, a enfrentar la realidad que había provocado, a dar una explicación de algo que él mismo no podía comprender, porque la angustia es algo más fuerte que el miedo. De hecho, el miedo lo pudo vencer después de todo.
En Eric podemos encontrar un miedo mayor y miedos menores. El miedo mayor es el hilo conductor de toda la trama, el de enfrentarse con el pasado. Pero en este transcurrir, el presente le va agregando nuevos miedos, como el de la relación con sus hijos y el del conflicto que surge con uno de ellos al esconderle una pistola a unos “tipos malos”. Cuando Eric se da cuenta que este suceso puede tener consecuencias fatales, toma una decisión. En este momento el personaje comienza a dar un giro notable, en parte gracias a los consejos de su amigo imaginario. Después de un intento fallido por resolver el problema, decide buscar ayuda con sus amigos, quienes aportarán la solución al conflicto.
El resultado del enfrentamiento es positivo y hace que Eric renueve su autodeterminación y vea de otro modo la vida. De ser un tipo retraído, débil y temeroso, se convierte en alguien con ánimo de afrontar sus miedos y sobre todo el pasado.
Miedo y angustia son estados o sentimientos tan humanos que es casi imposible no tocar el tema fílmicamente. Looking for Eric es una de esas películas que dan aliento, contiene eso que todo el mundo vive, es imposible, por tal razón no identificarse con el personaje. El recurso de contar una historia de alguien tan sencillo y común, además de contrastarlo con una figura de renombre, hace que ambos personajes estén al mismo nivel. Las escenas un tanto cómicas que también contiene, le dan un buen ritmo a la historia, dotándola de sutiles toques de ligereza: un ejemplo de cómo la vida no es del todo angustia o miedo, sino que es finita y preferible vivirla en el presente y no morir en el pasado. Eric comprende esto y le da un nuevo valor a su existencia y a todas las personas que le rodean.
cine × ensayo × looking for eric × Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez
Por Marcos Hidalgo Sánchez
En esta película en realidad, no interesa mucho el trabajo de Barry Ackroyd, cuya fotografía
sólo cumple con los requerimientos estilísticos del director, ni el de George Fenton, cuya
música simplemente hace un poco de magia discreta en uno que otro momento de tensión en
la película. En su lugar, tendremos que poner nuestra atención sobre los propósitos didácticos
–en la mayoría de las ocasiones, políticos- de Ken Loach, cuyo estilo como director, se ha
centrado más en una especie de british social realism, ideal para el desenvolvimiento de
personajes pertenecientes a la clase trabajadora británica o para generar consciencia respecto
a la problemática global dentro de las sociedades contemporáneas. Y claro, también a las
ocurrencias que el guion de Paul Laverty se permite al incorporar de manera bastante cómica
(e incluso con reminiscencias de cierto realismo mágico) al personaje de Cantona.
Sin estropear la historia, la película oscila entre la comedia que afirma la vida y la catástrofe
acerca de Eric y su familia. Y aunque en ocasiones el tono melodramático y sentimentalista
del filme nos dará la apariencia de cierta predictibilidad, a mi parecer, éste es un recurso que
ayuda a aliviar la anécdota de cualquier incomodidad política, tal y como hace por 90 minutos,
un estadio de futbol. No obstante, la película no pierde de vista la crudeza social en la que
vivimos, tomándonos por sorpresa con escenas como la del cateo o la del narcotraficante
humillando a Eric Bishop.
Tal vez la situación y desafíos a los que se enfrenta el protagonista, también puedan
parecernos bastante montados, sin embargo, tomando en cuenta las pretensiones de Ken
Loach, se trata de una realidad sintética, en la que se abordan diversas problemáticas sociales,
tales como el individualismo, la apatía, la sujeción ante la adversidad, la impotencia y las
contradicciones del trabajo en el sistema de producción capitalista. Podrá parecernos entonces
que el filme es pretencioso al querer plantear de manera tan breve, temas tan complejos
como el narcotráfico, la admiración irracional hacia ciertos iconos y la situación social de la
clase trabajadora inglesa, pero no perdamos de vista que ante una realidad con un alto grado
de inconmensurabilidad, la síntesis es la mejor opción y más si nuestras intenciones son
didácticas. Pienso, pues que el guion capta de manera singular, la esencia política con la que
Loach ha venido trabajando. En palabras de Laverty: “Cada historia es política porque hay que
elegir los personajes y su entorno, cómo los tratas y los valores que retratarás en la película”.
Como el título de la película lo dice, ésta trata sobre la búsqueda que Eric hace de sí mismo;
como ídolo y como fuerza simbólica que subyace dentro de cada persona. Esto a través de otro
ídolo y símbolo como lo es Cantona; alegoría de esa grandeza interna dentro de cada uno de
nosotros y que solemos proyectar en la apoteosis del héroe. Todo sucede alrededor de dicha
dualidad que encarnan estos dos Erics; uno es el polémico futbolista Eric Cantona (interpretado
por sí mismo) y el otro Eric Bishop, un cartero interpretado por Steve Evets, a quien vale la
pena dar mérito por lograr darnos la autenticidad de un complejo personaje que transita por
el miedo, la culpa, el abatimiento y la fragilidad para encontrarse con el valor, la asertividad y
coraje propios.
Abundan esas dualidades y paradojas a lo largo del largometraje. La búsqueda del protagonista
por recobrar la confianza en sí mismo con ayuda de un futbolista con exceso de ésta. Un
obrero siendo instruido por una estrella del balompié; siendo aconsejado por una figura de
irresponsabilidad mediática y conductual reconocida. Ese invento inglés que ellos llaman
football, generando consciencia social.
A pesar de todo lo anterior, Cantona es quien sabrá enseñarle que un pase es la jugada
más memorable que se puede hacer en un partido; confiar en nosotros mismos y en
nuestros compañeros de equipo. Y esto será pauta para que, con ayuda de la solidaridad, la
cooperación organizada y el compromiso social, Bishop pueda tomar nuevamente, las riendas
de su vida.
Se trata de una apología del hooligan (Bishop y sus amigos), como un ser lleno de pasión
y voluntad de cambio. Reivindicándolo a través del valor gregario del futbol, la relación
que tiene con el proletariado y cómo le permite a éste, liberarse, por un momento, de sus
preocupaciones. Esto en contra de las percepciones negativas que existen en torno a este
deporte, visto siempre como violencia insensata, como negocio sumamente rentable, como
opio del pueblo y lleno de jugadores codiciosos que sólo buscan monopolizar el balón,
incapaces de jugar en equipo y mucho menos, de ofrecer su ayuda a un trabajador cualquiera,
olvidando que es éste quien paga los lujos con los que vive.
Es tal vez, esta deuda la que desencadena toda la historia. Porque como alguna vez dijo Juan
Villoro, “el futbol concede la gloria sin pasar por la justicia”. En esta ocasión, el futbolista tendrá
que pasar por esa justicia que con facilidad ha evadido, tendrá que reivindicarse ayudando
–aún como alucinación- a un desdichado cartero, devolviéndole la confianza en sí mismo y
mostrándole cómo impartir justicia a lo Cantona, una inmediata y espontánea, lanzando una
patada a quien se la merece en el momento adecuado, sin inhibiciones, sin tomar en cuenta
que millones de espectadores te estén viendo, haciendo gala y sirviéndose de la propia fama
y divinidad. Para ilustrar lo anterior, cito nuevamente a Villoro: “La pelota reclama afecto. Si
es pateada con pasión, el tiro acabará en las redes. Si es pateada con angustia o despecho,
acabará junto a un vendedor de cervezas”.
Este es el vigésimo sexto largometraje de Ken Loach y a pesar de tener un tono más ligero
que otros de sus trabajos como Riff Raff o Tierra y Libertad, mantiene su compromiso político,
siempre pensando en la participación del público. “Sólo el 50 por ciento del proyecto es
nuestro trabajo. El otro 50 por ciento es lo que la gente trae en su mente y su imaginación y
experiencia.” – P. Laverty.
• Buscando a Eric, un cuento de hadas actual. (Marzo 3, 2010). Recuperado de: http://
www.lavozlibre.com/noticias/blog_opiniones/15/55191/buscando-a-eric-un-cuento-de-
hadas-actual/1
• Working class life, two Erics and teamwork. (Junio, 2009). Recuperado de: http://
www.socialistreview.org.uk/article.php?articlenumber=10860
• Buscando a Eric. (Marzo 26, 2010). Recuperado de: http://cachecine.blogspot.mx/2010/
03/buscando-eric-7-10.html
• Eric Cantona, El Diógenes de las canchas. (n. f.). Recuperado de: http://
revistareplicante.com/eric-cantona-el-diogenes-de-las-canchas/
• Villoro, J. (2006). Dios es redondo. México. Editorial Planeta.
Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez
cine × ensayo × Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez × Sam Peckinpah × Una pandilla salvaje × Wild Bunch
Por Marcos Ignacio Hidalgo Sánchez
Espléndido inicio de película que a modo de preparativo de una increíble carnicería, nos da muestras del buen trabajo de Jerry Fielding pautando la marcha con sonidos marciales; de Lucien Ballard saturando la imagen de colores polvorientos y asoleados; de la cámara lenta de Peckinpah y los múltiples cortes de Lou Lombardo que van multiplicándose conforme el film avanza, nos muestran tres situaciones introductorias distintas (montaje paralelo) que, al detenerse la música, convergen en una violenta masacre llena de emoción y ritmo.
Una violencia gráfica que podrá ser injustificada pero no más que la que se perpetuaba en Vietnam en aquellos años en los que se filmaba la obra. Una violencia arbitraria y absurda tan similar a las razones que desencadenan esta primera matanza del film. Matanza que servirá de metáfora de ese incoherente y contradictorio éxodo que en todo western se emprende en búsqueda de la libertad masculina, de la consolidación de la identidad y la reafirmación de los propios ideales, siempre cabalgando por un sendero lleno de venganza y brutalidad inútil.
Así es como partimos de un atardecer lleno de sangre, que se abre paso a través del amanecer de nuevas máquinas de la revolución industrial que arribaba en Texas y México, hacia el ocaso de unos forajidos. El amanecer de una locomotora llena de nuevas metralletas y automóviles. Amanece también una juventud que si bien representa la instintiva crueldad del hombre, es muestra de la llegada de una nueva generación de mercenarios cada vez más fríos y mecánicos. El atardecer termina en el inminente declive de unos forajidos que, desde hacía tiempo, ya no tenían razón de ser en este Nuevo Oeste.
Walon Green y Peckinpah llenan de poesía la anécdota al encarnarnos en hombres descontextualizados que se desvanecen en unos primeros planos, congelados a modo de un esténcil de sus fantasmas. Sin rumbo; cruzando el Río Bravo sin notar diferencia entre el salvajismo que hay de un lado y del que hay del otro. Sin bando; asaltando los trenes de sus compatriotas para llevarle armas a un caudillo mexicano. Sin tiempo; viviendo entre la inocencia de su pasado, la culpa de su presente (v. gr. la traición de Pike hacia Thornton) y la fatalidad de su futuro. E incluso nos sintetizan el drama en los labios de Urueta con la memorable: "Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores de nosotros; tal vez los peores más que nadie".
Tenemos personajes regidos por un obsoleto código de honor, lealtad y camaradería, que aunque acompañado de valores vacíos y laxos, permanece con un discurso más franco y directo (v. gr. asesinato a sangre fría de Buck por parte de sus colegas) que el de aquél que hipócritamente ostenta la "Liga de la Abstinencia", poniéndole precio al vaso de vino que condenan. Incluso más sustancioso que la simple codicia que guía a los mercenarios que acompañan a Thornton. O aún más trascendente que las bien retratadas -a mi parecer- intenciones ácratas del Mapache -viva imagen de una parte del fenómeno caudillista en México-.
Sam Peckinpah en el set |
Esta narrativa está acompañada con la vista de un paisaje serrano que esconde el advenimiento de la Primera Guerra Mundial. Entre las laderas, las fachadas tipo saloons y las haciendas mexicanas de los años de la revolución, presenciamos el fin de una era y sus héroes. Los colores de Ballard, aportan cargando a los personajes de una estética desgastada y crepuscular. Y las actuaciones transmiten el cansancio y la decadencia del héroe del western, en un reparto conformado por veteranos del género como William Holden, Edmond O'Brien, Robert Ryan y Ben Johnson.
La película es un viaje por el sinsentido (al modo de lectura existencialista) de estos antihéroes, empezando con la innecesaria muerte de inocentes, pasando por la caída de los alacranes (héroes y caudillos), hasta llegar a las violentas llamas que consumen con voracidad a todas las hormigas (cualquiera de nosotros). Y al final, los ideales de estos viejos, logran completarse a través de la muerte y de los nuevos propósitos de Sykes y Thornton.
concierto × concierto radionica × concierto radionica 2013 × crónica × música × reseña
Concierto Radionica es un evento que se lleva a cabo desde el 2009 llevando lo mejor del arte musical local a los habitantes de Bogotá. En esta, su quinta versión una vez más el escenario fue el teatro al aire libre La Media Torta.
Este Concierto Radionica 2013 fue gratis, pero para el ingreso entregaron boletas que fueron regaladas durante el mes anterior por medio de la emisora mediante llamadas e interacción en las redes sociales. Cada ganador se llevó una boleta doble.
El evento fue el pasado 15 de septiembre y comenzó a la hora pactada, 1:00 PM. Con la presentación de Árbol de Ojos quien encendió las tarimas con sus canciones Amor a la Woody y Uno es mejor que dos.
A continuación el escenario fue ocupado por los Petit Fellás e inmediatamente la gente empezó a corear sus letras, su show se caracterizó por el buen ensamble, al finalizar su presentación con la canción El astronauta, un hombre disfrazado con un traje espacial irrumpió en el escenario bailando y entreteniendo al público.
Petit Fellás |
Ciegos Sordomudos, una banda activa desde los 90s fue la siguiente, un buen trabajo visual acompañó cada una de sus canciones en especial “Amor Capital” un rock and roll dedicado a la ciudad, un collage de imágenes de calles y casas fue el fondo para esta clásica canción.
De bruces a mí, una propuesta de reggae que llegó desde Medellín que poco a poco ha conquistado el resto del país continuó con el show, un sonido sólido en toda la banda pero el conjunto de vientos fue espectacular dándole profundidad y buen ambiente a su presentación.
La siguiente banda fue 1280 Almas quienes no han parado su trabajo musical desde 1992, con una fanaticada fiel y alegre que siempre los acompaña, la agrupación entrego toda su energía en el escenario, le brindo a sus espectadores fantásticas canciones como “la ruta del venado” y “La 22”, la fiesta se encendió el la zona próxima al escenario.
Aunque la lluvia se hizo presente, muchos de los asistentes llevaron capas y paraguas, el agua no fue obstáculo para seguir disfrutando de la buena música. Una de las sorpresas del festival fue la presentación de Brant Brauer Frick, un trío de Alemania que en días pasados se había presentado en La Paz, Bolivia, fue la cuota electrónica del evento, dos tornamesas y una batería llenaron de buenas melodías para bailar y sentirse bien, ambiente de fiesta por todo lo alto.
El evento fue cerrado por Monsieur Periné una banda formada en el 2007 que es en la actualidad una de las agrupaciones más importantes en Colombia. Su show fue acompañado de trajes blancos y el gran vestido de la vocalista Catalina García.
Monsieur Periné |
La audiencia se llevó otra sorpresa cuando Jorge Velosa y los Carrangueros (agrupación de música popular con gran trayectoria en el país) entraron y cantaron una canción junto a Catalina dedicada a los campesinos. Después continúo el show de Monsieur Periné que tenía un muy buen show para el público que quedó satisfecho.
Un gran espectáculo ofrecido por la emisora local Radionica que celebró de esta forma su quinto concierto.
Diego Laverde Campos
Twitter: @Hermanito_1
cuento × el cisne negro × literatura × narrativa × Óscar Édgar López
Por: Óscar Édgar López
Zacatecas
Me había invitado mi hija a pasar unos meses con ella y la
familia del esposo al pueblo costero de donde era originario y en donde
habitaba con sus padres, que igual a mí, eran ancianos; mi hija y los tres
niños que el vientre de mi primogénita parió, uno tras otro, hasta ajustar las
edades en diferencia de un año.
Aunque me aburría igual que en la ciudad, pensaba que allá
era más sencillo despejar el tedio, buscando borrachera o haciendo visita a
mujeres de precio justo: cien por una chupada, necesario e higiénico. Jamás
dudé de que si quería divertirme tenía la posibilidad de hacerlo igual que en
la ciudad, sólo que sin esa sensación de moverse por senderos conocidos con los
que las ciudades seden después que la juventud se esfuma y se ha domado la
sorpresa y la curiosidad, hasta que sólo se presentan como repetidas formas que
hemos visto fracasar.
La familia del esposo de mi hija no me cae bien, excepto la
pequeña Misaela que entonces tenia cinco años en el cuerpo pero milenios en su
tierna mollera. Resolvía situaciones complicadas en segundos, con acciones
ingeniosas que sorprenderían a cualquier catedrático de formulario. Por
ejemplo, la vieja a menudo cocinaba recetas que aprendía de los chefs de la
televisión, a veces era tan estúpida que al pretender freír una costilla de
cerdo y no tener una, freía una calabaza, hacía como si fuese carne; Misaela
intervenía, tocaba el vestido de su abuela y le decía, casi como la gerente de
un restaurante: no entiendes que no se cocina así la calabaza, hazla pedazos y
fríelos con camarón. Seguro se pensará en mi ejemplo como uno burdo y sin
fundamentos, pues dirán que los niños son siempre así de temerarios e
ingeniosos, pero considerando los cientos de veces que me salvó de infecciones
estomacales y más aun de engullir platillos que eran experimentos de la loca de
mi consuegra. Una virtuosa de la gastronomía.
Me gustaba jugar con mi nieta a colorear sus libros de
princesas y hadas, salir al litoral para sobar mis tobillos con la espuma; a
ella le daba risa ver a los Martín Pescador correr apurados tras el rastro de
la marea. Era mi cariño hacia la niña aceptado y devuelto, eso me convenció de
seguir un día tras otro en el pueblo. Encontraba, como me parece natural, un
reflejo de mi hija en su hija, esto me inquietó la primera vez que las encontré
juntas al bajarme del autobús, me sentí desesperado de verlas tan similares que
no conseguía detenerme de escrutar su rostro con curiosidad. Los otros dos
niños son unos mediocres, mal abuelo que soy al señalarlos bajo ese sino, pero
siempre me han parecido bobos y toscos como toda la familia del padre.
Mi hija se ofreció para ayudar en mi rehabilitación, fingida
por supuesto, del alcohol y las pastillas, decía que el mar lo curaba todo, la
pobre no hacía sino repetir la carnada fácil de los hoteleros. Pero en algo
aciertan, el mar me calmaba, lo hizo siempre, me sentía en un rito de pleitesía
divina cuando me sentaba en la arena a mirar las luces y las aves; acepté
emocionado, con el plan de estar tranquilo por un rato largo, aunque ya me
incomodaba la idea de tener que soportar al yerno, un ingenuo afortunado al que
mi hija otorgó, con seguridad hechizada, los favores gustosos que proporcionan
los labios vaginales.
Llamé a mi ex esposa para decirle que estaría afuera sólo un
mes, que me dejara el dinero de la pensión sólo un mes, para sobrevivir un
poquito mejor, le dije. Estoy seguro de que se molestó, enseguida fue a buscar
al abogado culero que no ha hecho sino fastidiarme. Pero estuve contento en el
camino a la central camionera, contento cuando compré el boleto y contento
cuando arrancó la maquina, contento desde mi ciudad en el desierto, contento
con el calor de la playa, contento con Misaela y mi hija. Contento, pero sólo
unos cuantos días.
Me llevé una ristra de Alphrazolam y tres arponazos de
Buprenorfina, pero fui un imbécil, debí llevar más para no consumir la terrible
cocaína que vendían los pendejos de la zona. Era audaz a la hora de arreglarme,
decía a mi hija que saldría a caminar un rato con Misaela, y así era, le
compraba un helado grande, el más grande que tuvieran en la tienda, le decía
que buscara conchitas en la arena, me gustaba visitar a un pescador vicioso que
vivía en una playa tranquila, sucia y solitaria, tenía un jacal de palma, había
sillas y hamacas, era agradable para él que le compartiera de mis drogas y el
de de su licor de frutas y su hierba casera. Pasábamos mucho tiempo en ese
lugar, hasta que nos pescaba mi yerno o mi consuegro y se llevaban a la niña,
no sin decirme tantos insultos como a un demonio dominado.
Misaela tenía una tortuga de mascota, era enorme, sesenta de
ancho, no era una tortuga común, había viajado y había crecido en el curso de
once años, estaba vieja, pero era simpática.
Mis consuegros salían todos los viernes quien sabe a dónde,
decían que visitaban a sus parientes tres kilómetros más allá del puerto, pero
jamás les creí; volvían entrada la madrugada, en los hombros cargaban costales
de semillas, manteles, que por estar enrollados, no sabía que adornos los
vestían, además santos y estatuillas de barro negro en los que resaltaban los
rasgos negroides. Pensé que eran santeros, siempre que salían, el sábado en la
mañana antes de levantarme, los escuchaba pasar frente a la habitación donde me
alojaban, ya despierto y al salir del cuarto me embargaba el aroma de guisos
que los ancianos ya tenían preparados. Ya sabía yo un poquito de eso, hubo un
director en la escuela donde enseñé, un cubano que trabó amistad conmigo desde
que me declaré fanático de los boleros; el tipo me invitaba a beber y escuchar
boleros en un giro negro que administraba después del trabajo formal. Me contó
que su madre practicaba la santería, que la gente se escandalizaba con eso y
que y que y que… muchas cosas.
El último viernes que dormí en esa playa, Misaela me pidió
que camináramos y que hiciéramos visita a mi amigo el pescador, pues tenía un
muchachillo de la misma edad con el que se hallaba para los juegos. Pero la
mamá de la niña me había prohibido llevarla a ese lugar, tenía miedo y no era
un desperdicio, la fatalidad lo realizó. Le dije que no podíamos salir en ese
momento, pero me insistía con encono, yo estaba echado en la hamaca, saboreando
aun la comida, tenía calor y sudaba, le dije que iríamos sólo un momento.
El pescador se había tomado litro y medio de licor de frutas
y fumado muchos churros cuando llegamos, me dijo que estaba contento por que la
mujer había heredado unas parcelas de plátano y que tenía que ir al entierro de
su padre. Se acercó a mi hombro y dijo jocoso: volverá hasta el amanecer, ya
vienen mis amigas del congal. Solté una sonrisa nerviosa, ya me esperaba algo
malo. La esposa del pescador dejó al niño, Misaela y él se acercaron a un bote
y se quedaron ahí, jugando.
Terminado el primer vaso de vino aparecieron en la puerta
las tres putas que había invitado mi anfitrión, llevaban minifaldas, estaban
descalzas, una se sentó en mis piernas, como era gruesa me excitó de inmediato,
metí la mano en su vagina velluda, el pescador le mamaba las tetas a la otra,
la tercera se emborrachaba con las piernas abiertas sobre la mesa.
¿De quién es esa niña?, preguntó la que bebía, lancé mujer
que estaba en mis piernas lejos de ahí, Misaela estaba vomitando en la puerta,
se le resbaló de la mano la botella de licor y se estrelló contra el suelo, la
pequeña bebió un trago sustancioso. Me levanté de la silla, desesperado fui a
levantarla, sin saber que hacer me quedé ahí, mirando como ponía todas las
defensas de su cuerpo para resistir el ataque de esa sustancia que le era nueva
y repulsiva. Luego de unos minutos de vomitar, las putas y el pescador
continuaban en lo suyo, llevé a la niña a la recamara de mi amigo y la recosté
en la cama, me decía que le ardía la boca y aquí, señalaba su vientre.
Estaba nervioso, molesto, no podía mirar a la puta que me
había entretenido, ya no me encontraba excitado. El pescador también se había
despegado ya de las mujeres, estaba en el suelo, frente a la botella rota, se
levantó, con esfuerzos me dijo que Misaela no había tomado el vino, él lo tuvo
siempre bajo sus piernas, lo que mi nieta había tomado era una cosa muy
peligrosa. Las putas estaban enojadas porque no les prestábamos atención, pero
cuando el pescador les pidió que se fueran porque estábamos en problemas, las
nobles acariciadoras se ofrecieron para ayudaros. Vamos al hospital, sugerí.
Pero la medicina de los hospitales era inútil, me dijeron que aquel liquido era
el brebaje brujo que la esposa curandera del pescador preparaba para matar
demonios enemigos. Me encabroné más luego de escucharlos, entré en la recamara
pero al intentar sacar de ahí a mi nieta fue imposible, en la cama sólo estaba
un cisne gigante y negro, lanzaba graznidos y chillidos que aturdían.
Las prostitutas y el pescador me sacaron a la fuerza del lugar diciéndome que no debía tocar al pajarraco, que era un espíritu maligno que había entrado en la niña y la había transformado, quizá por su inocencia, en un cisne, pero negro y horripilante por el imperio de fuerzas malditas. Lloré por mi irresponsabilidad hasta que noté que a unos pocos metros se acercaba mi hija, su esposo y los dos viejos, me levanté del suelo en donde había estado chillando, los encaré, pero con vergüenza. Preguntaban por Misaela. Estaba a punto de contarles todo, me rodearon, exigían una respuesta sin más embrollos, pero ya no pude sino alzar la mano, apuntando al cielo: ahí va la niña. Mi yerno, inyectado en ira se abalanzó a mí, de un puñetazo me derribó, en el suelo siguió encajando sus zapatos de gala en mis costillas. El pescador lo separó e intentaba calmarnos a todos. La esposa no llegaría sino hasta dentro de un rato, debíamos buscarla para que revirtiera el efecto, los ancianos, que no tuvieron de otra más que descararse y sacar ahí mismo de una bolsa de mandado tres estatuillas, prendieron aromas y nos corrieron como a una manada de perros olisqueros. Me retiré a un lugar apartado, sobre una roca dejé caer mis nalgas, en el cielo, el monstruo giraba.
Las prostitutas y el pescador me sacaron a la fuerza del lugar diciéndome que no debía tocar al pajarraco, que era un espíritu maligno que había entrado en la niña y la había transformado, quizá por su inocencia, en un cisne, pero negro y horripilante por el imperio de fuerzas malditas. Lloré por mi irresponsabilidad hasta que noté que a unos pocos metros se acercaba mi hija, su esposo y los dos viejos, me levanté del suelo en donde había estado chillando, los encaré, pero con vergüenza. Preguntaban por Misaela. Estaba a punto de contarles todo, me rodearon, exigían una respuesta sin más embrollos, pero ya no pude sino alzar la mano, apuntando al cielo: ahí va la niña. Mi yerno, inyectado en ira se abalanzó a mí, de un puñetazo me derribó, en el suelo siguió encajando sus zapatos de gala en mis costillas. El pescador lo separó e intentaba calmarnos a todos. La esposa no llegaría sino hasta dentro de un rato, debíamos buscarla para que revirtiera el efecto, los ancianos, que no tuvieron de otra más que descararse y sacar ahí mismo de una bolsa de mandado tres estatuillas, prendieron aromas y nos corrieron como a una manada de perros olisqueros. Me retiré a un lugar apartado, sobre una roca dejé caer mis nalgas, en el cielo, el monstruo giraba.
Un temblor bajo la arena sacudió mi cuerpo, el ave había
caído en picada, al momento de estrellarse desapareció. Las putas, que no se
habían movido para nada en más de dos horas, corrieron para atender a Misaela,
que había emergido de la entrañas del espectro montada en la vieja tortuga, con
su cuerpo desnudo, sonreía sin hacer caso a la congoja evidente de los que la
rodeaban.
Me ignoraron desde entonces y preferí largarme. En la noche,
después de fingir que estaba aún apenado me puse a lavar los trastes, a hacer
como que limpiaba por ahí. Luego aproveché que se habían acostado, le eché un
lazo a la tortuga gigante, la metí en un saco de lona y, con un poco más de
buena suerte que por fortuna me invadió ese día, conseguí sacarle al viejo, de
su pantalón, las llaves de la cascada camioneta, me monté en ella y la encendí.
Escuché los gritos, incluso pude ver que me lanzaban rocas enormes consiguiendo
sólo más abolladuras para su auto.
En una playa lo suficiente lejos del peligro bajé a un
restaurante, vendí la tortuga en quinientos pesos, después abandoné la
camioneta en un camino que se internaba en la jungla, ahí se detenía un autobús
hasta la próxima central.
En la ciudad me gustaría tener una Misaela, sólo para
llevarla a pase
arte × Lilia Luján × pintura
Voces de la memoria/mixta-cartón/100x100cm |
La utilización del Lenguaje Figurativo, la transformación de elementos estructurales, la recreación de espacios y formaciones laberínticas, la armonía de elementos y la conjugación de lo tradicional y lo vanguardista, son características que adquieren su máxima plenitud en la obra de la creadora mexicana Lilia Luján.
Dicha obra, basada en el tratamiento y transformación de elementos laberínticos , se nos muestra como clara referencia simbolista representativa de entidades superiores como son la luna, el sol, la eternidad , la tierra.... Todas ellas como base de un profundo arraigo cultural, de un tradicionalismo social que ensalza la utilización de conceptos abstractos, al tiempo fragmentados, como fundamental creencia y colocación del ser humano en su plano correspondiente, a cuyo alrededor transmutan alegóricas figuras que complementan y dan sentido a cada tela formando la representación propia del "todo", la invariabilidad consensuada de una visión universal del mundo que no coarta y que armoniza sensaciones, equilibradas por la tonalidad, justa, acorde y basada en la contraposición e incluso apendización de elementos que se funden vivazmente con la naturaleza, dotando de una singular calidad cada una de las telas.
Como valor añadido cabe destacar la particular utilización de la técnica mixta, la cual aporta libertad temática y , a su vez, une todo el trabajo dentro de una misma línea , esbozada al detalle y meticulosamente elaborada.
Fragmentación de espacios, tramas musicales, ósmosis ensayos oníricos, danzeterías, conjunciones e ideogramas son algunos de los pilares que sustentan y esbozan el alegre universo atemporal que Luján ensalza en cada trabajo , promoviendo la era de la simbolización de contenidos mediante la profunda esquematización consensuada de planos meramente armónicos al servicio del conjunto funcional.
Uniformidad, acentuación de caracteres y grandilocuente uso de la figuración conceptualizada.
Por Francisco Arroyo Cevallos (artista plástico / crítico independiente)
Circo del Sol/Mixta tela/ 65x81cm |
Cosas mías/mixta lienzo/81x65cm |
Extremos/mixta tela/ 60x73cm |
Imaginería/mixta lienzo/73x60cm |
Memoria/mixta lienzo/43x65cm |
Improvisando/mixta lienzo/ 60x72x4 |
Malabares/mixta lienzo/100x100 |
Reminiscencias/mixta lienzo/46x55cm |